Piquillín
La Golosina Serrana
Condalia microphylla
Ramnáceas
Si hay un arbustillo serrano querido sin duda es el Piquillín. Campea en las faldas de los cerros y junto a los senderos serranos. Decir Piquillín es decir Sierras de Córdoba. Son una y la misma cosa. Es que, es tan típico, que forja la identidad de nuestras sierras. Si faltara, ya no serían lo mismo. Comparte este galardón con el Espinillo.
Sus frutos, dulces, coloridos y deliciosos, son golosina natural para los niños, y también para los pájaros.
Existen dos variedades: la grande y la chica. La variedad grande, llamada Condalia buxifolia, es frecuentemente confundida con su pariente cercano, Condalia microphylla, Piquillín Chico por su nombre vulgar. Para diferenciar ambas especies se debe mirar el tamaño de la hoja. En el Piquillín Chico la hoja es diminuta, en tanto que en el Grande alcanza hasta 15 mm. de longitud. Por lo demás, en ambas especies la hoja brota como ramillete, y cada ramita termina con una espina por punta.
El Tronco
El tronco, de color ceniciento particular, se encuentra surcado por estrías verticales. A intervalos regulares, en un ángulo de 90 grados, brotan ramas ascendentes que llevan a su vez ramitas horizontales, alternas, leñosas, cortas y con su punta terminada por una espina. En los ejemplares más añosos, alcanza a lo sumo 25 cm. de diámetro y tres metros de alzada, a diferencia de la variedad grande, la cual se puede desarrollar hasta árbol.
El Follaje
Es persistente, y de color verde oscuro.
La Hoja
Las hojas del Piquillín son simples, menudas y brotan en ramillete. No tienen pecíolo (son sésiles), de modo que no se separan de las ramas menores. Tienen 10 mm. de longitud y 3 mm. de ancho. Son carnosas, cutinizadas, de color verde oscuro, y de forma elíptico-ovada.
La Flor
El Piquillín florece en primavera. La especie es Monoclino-Monoica. Sus flores son hermafroditas.
Las flores, axilares y largamente pedunculadas, son amarillas, hermafroditas y desprovistas de corola.
Despiden una femenina fragancia que flota en el aire, embalsamando el monte, con su delicado perfume. Ya de lejos, se huele el aroma envolvente y se escucha un sordo zumbido de insectos que liban su polen.
El Fruto
Dulce, sabroso y colorido, el fruto del Piquillín es la golosina serrana. Rojos, negros, naranjas y amarillos, se dijeran caramelos, en un árbol navideño. El Piquillín Grande los tiene por lo general de color negro.
Además de ser buscado por niños y pájaros, es también muy consumido por las hormigas, quienes luego de extraer la pulpa, sacan afuera del hormiguero el carozo, que dejan perfectamente limpio. Así me gusta cosecharlas: en el monte, busco los basureros de los hormigueros, y obtengo las semillas ya limpias, sin necesidad de someterlas a la limpieza de la pulpa que se adhiere firmemente, proceso trabajoso y lento.
Con los frutos se prepara un arrope y una bebida fermentada.
El fruto es una drupa un poco alargada, del tamaño de una arveja. La semilla tiene la forma y el tamaño de un grano de arroz. Su endocarpo es en extremo duro.
Debido a la dureza y grosor de su endocarpo, la semilla del Piquillín es tarda en germinar. Cuando finalmente germina, brotan dos cotiledones oblongos, finos y delicados, que semejan las aspas de un avión a hélice. Estos cotiledones son en extremo delicados, y hasta una mera gota de lluvia los lastima y echa por tierra.
Si bien resistente a la sequía y a las heladas, el Piquillín crece con suma lentitud.
Usos
La madera del Piquillín se emplea para construir ruedas, varillas y cabos de herramientas, y como leña.
De la raíz se obtiene un latex que tiñe de morado.
El Piquillín es el árbol de la infancia, de los recuerdos felices, de las tardes mágicas, con cielos azules y nubes blancas. Yo lo quiero entrañablemente, como a un amigo.
El Piquillín es el árbol de los niños. ¡Cómo comen con torpe avidez sus frutos rojos, negros y amarillos! Y cuando, la inevitable espina... ¡cómo consuela la jugosa dulzura el ardor del dedo hincado!
Yo también estiro el brazo, paso la mano por entre las agudas espinas, cojo el fruto y lo pruebo. De inmediato me transporto a otro tiempo, cuando las horas se doraban de sol, en la tarde de verano, lejos las obligaciones escolares. Tal vez de aquí le venga su aire relajado, que despierta en mí no sé qué recónditas asociaciones con una sensación de ancha libertad, de fresco alivio, de dichoso descuido, que se sienten cuando empiezan las vacaciones después de un largo año.
Hay placeres sencillos, cosas nimias, que se graban en la memoria con indeleble huella, y nos acompañan toda la vida. Las atesoramos en recuerdos fugaces. No recordamos los hechos con prolija precisión, pero las emociones que nos infundieron. Sí, el Piquillín es el árbol de la tierna inocencia, de la inocencia pura y blanca, donde viven los recuerdos infantiles más tempranos, y que evocamos, en la foto descolorida, con inefable nostalgia.
Siento que el niño que una vez fui se hizo árbol. ¡Un Piquillín!