Son las cinco de la tarde, en una hermosa tarde de Enero, y este Piquillín reboza de frutos ya maduros.
Ingeniosamente, cuando el fruto está inmaduro y, por lo tanto, la semilla no está en condiciones de germinar, el Piquillín lo pinta de color verde, para que, confundido con el follaje, los pájaros no lo noten. Luego, cuando el fruto madura y ya la semilla que aloja está lista para germinar y engendrar otro árbol, entonces lo pinta de un rojo intenso, vibrante y gritón, que anuncia a viva voz que el fruto está ahí, listo. Imposible no verlo.