El Maytén
El que sólo crece en la altura
Maytenus boaria
Celastráceas
El Maytén, también conocido, por otro nombre, como Horco Molle (Molle del Cerro), en Córdoba solamente crece en las Sierras Grandes. En ningún otro lugar se lo halla sino en las montañas. De manera que, junto con el Tabaquillo, son los únicos árboles que medran en aquellas asperezas. De aquí que sea tan poco conocido, puesto que sólo se deja ver para los caminantes que andan por aquellos desolados parajes. Hoy su situación es de lamentar, porque quedan pocos ejemplares. Es, pues, que por raro y escaso, lo tengo en alta estima, y me emociono mucho cuando, caminando por los senderos de altura, me encuentro con uno.
Y si se me permite la digresión, no quiero dejar de decir que ciertamente una de las cosas que más me maravilla de nuestros árboles nativos es la rara y exquisita variedad de especies que tenemos en Córdoba, con ser tan pequeña la provincia, cada cual con su personalidad única y belleza distintiva, como lo prueban estos dos proscriptos, el Tabaquillo y el Maytén, tan ignorados por el acervo popular y, sin embargo, tan dignos y merecedores de ser conocidos y respetados por todos los cordobeses.
Volviendo a nuestro Maytén, digo que crece en los espacios más inverosímiles, y es común encontrarlo creciendo por entre las peñas mismas, horadando la piedra viva y profundizando con sus raíces las grietas. A veces crece solo, y a veces acompañado, hacinado en pequeños montecillos, que descuellan a la distancia como manchas intensamente verdes, contrariamente a las de los Tabaquillos, más pardas y descoloridas. Prefiere las quebradas umbrosas y los recodos estrechos que ofrecen amparo contra los vientos y los fríos de la montaña, alcanzando hasta ocho y más metros de altura cuando las condiciones se lo consienten.
El Tronco
Se lo halla siempre cubierto de líquenes y carnazas de hongo. Es de un color gris ceniciento en los ejemplares jóvenes, y más leñoso en los adultos. Se ramifica en fuertes brazos ascendentes.
El follaje es persistente, y de un verde intenso que brilla a la distancia con el sol, y alegra el paisaje amarillento.
La Hoja
La hoja del Maytén es simple, alterna, apenas peciolada, de forma lanceolada, con el borde finamente dentado, de tres a cuatro cm. de longitud por uno de anchura, de color verde oscuro por su cara ventral y más claro por la dorsal.
La Flor
El Horco Molle florece en Primavera. Sus flores, muy pequeñas, amarillo verdosas y unisexuales, se presentan ya solas, ya discretamente agrupadas, sobre las axilas de las hojas.
El Fruto
Los frutos son cápsulas de forma redondeada y consistencia coriácea, conteniendo un par de semillas ovaladas, amarillentas y de superficie arrugada.
Usos
La madera del Maytén es blancorrojiza y de larga duración sin que la afecte la humedad. Se emplea en construcciones caseras, horcones, postes y varillas para alambrados. También se utiliza la corteza para teñidos. El follaje se usa como pasto para el ganado mayor cuando escasean otros forrajes. Se le atribuyen propiedades medicinales.
Frío y cortante, el viento silba. A veces, el silbo se alarga, más sonoro y agudo, desgarrado en las puntas de los roquedales filosos. Allá a lo lejos, donde el cielo y la tierra se dividen, una mar de pajonales infinitos se embravece confusamente en olas. Nada anima el paisaje. No se oye un solo pájaro, no pasa una sola nube. El tiempo parece detenido.
Luego, otra vez, el mismo silbo agudo.
La hora se vuelve mística cuando, agazapado en un recodo perpetuamente sombrío, donde flota una fresca humedad de piedra mojada, su tronco lamido de musgos y líquenes, asoma un Maytén. Su verde follaje, recortado contra la inmaculada pureza azul del cielo, no parece real. Se dijera pintado. Las hojas, por el viento mecidas, se encienden cuando los rayos del sol las hieren, y resplandecen como un enjambre de diminutos espejos.
La tarde cae, y las sombras de los gigantes de granito crecen y se tragan el Maytén. Con la luz fugitiva que termina de abismarse tras el último cerro, el viento calla y un silencio insondable, de profundo, todo lo inunda. Velado vaporosamente de luz de luna, en su palidez espectral, el Maytén parece un ánima errante, que vaga por aquellas alturas buscando redimir un pecado nefando. Arriba, el cielo es todo estrellas.
Así discurre sus días este uraño habitante de nuestras sierras, sumido en el olvido y la indiferencia, escondido allá en su recodo, ajeno del mundo. Cuando estés rendido, de hinojos postrado sin poder erguirte, cuando tengas la voluntad quebrada y el alma cansada, cuando sientas que no tienes más para dar, cuando tus fuerzas te abandonen y tu esperanza se apague, cuando te sientas humillado y abatido, cuando quieras huir del mundo, ven a echarte a los pies de este Maytén, mira el cielo a través de su ramaje y cierra los ojos. Escucha cómo su blanda voz de hojas te habla amorosamente, y cómo, de algún rincón, te llega la dulce queja de un pájaro, de tu mal dolido. Deja que entre en ti y que toque la fibra más recóndita de tu corazón.
Yo sé que, cuando llegue mi momento más aciago, este Maytén me dará consuelo y compañía. Sí, me dará consuelo y compañía.