El Espinillo
El arbolillo serrano
Acacia caven
Leguminosas
Conocido, por otro nombre, como Aromo, y también como Aromito, el Espinillo es el árbol serrano por antonomasia. Junto con la Jarilla y el Piquillín, es sin duda el árbol más común de las sierras de Córdoba.
¡Cuán sufrido, cuán tenaz, cuán bravío este triste arbolillo serrano! En tanto que otros sólo medran en las hondas quebradas sombrías, o cabe las húmedas riberas y cañadas nemorosas, el Espinillo campea en las laderas y cimas abiertas de los cerros, incansablemente barridas de los vientos helados, y en los breñales resecos y ajados de sol, y en las roquedas yermas y desnudas. Diríase que cuanto más áspero el lugar tanto más abunda.
Admira su rústica austeridad. Sus hojas son menudas, sus espinas largas, el tronco escueto y la corteza leñosa. Todo en el Espinillo es pobre y medido. Sólo se excede en gala y ornato cuando florece, tiempo en el que hace alarde de sus hermosas flores amarillas, que alegran un poco su gris talante.
Se lo encuentra las más de las veces como arbusto, pero con las condiciones adecuadas se anima a árbol. Quien tenga la dicha de hallar uno así, sepa que su sombra es fresca y apacible, y con el viento se vuelve rumoroso de hojas, y de ramas, y de pájaros.
Es precoz para germinar. Las más de las semillas brotan a poco de sembradas. Tras un incendio, es de los primeros en emerger de entre las cenizas.
Es más bien solitario. Poco amigo de las muchedumbres, a lo mucho se arrima con otros en pequeños montecillos, algo ralos, que vistos a lo lejos campean como manchones oscuros en lontananza.
A veces cuando lo veo solo, velado a lo lejos por el paisaje atardecido, me parece como sumido en un dulce recogimiento contemplativo, que me transmite no sé qué triste misticismo asceta. Entonces me lleno como de una paz noble y mansa, y es como si una de sus agudas espinas se me clavara en el corazón.
¡Qué ejemplo de humildad y sencillez nos enseña el Espinillo! Es el mejor embajador de nuestros árboles nativos. Es el mejor representante de nuestras sierras.
La Hoja
La hoja del Espinillo es una hoja compuesta, bipinnada, que consta de 4 a 9 pares de pinas con 12 a 18 pares de foliolulos en cada pina. Los foliolulos son diminutos. De todas las especies nativas, son de los más pequeños que puedan observarse. Es una estrategia exitosa para conservar el agua evitado sudar en exceso con el calor. De allí que el Espinillo resista la carencia de agua mejor que otras especies. Para el ojo no entrenado, es común confundir la hoja con el foliolo, pero la hoja está compuesta por el pecíolo principal y los secundarios, las pinas y los foliolulos de cada pina. El foliolo es, pues, sólo una parte de la hoja, no la hoja misma. Estamos acostumbrados a entender por hoja el foliolo de la hoja simple, como la hoja del Manzano del Campo.
Siendo los foliolulos de la hoja menudos como son, a diferencia de los de otros árboles, dejan pasar el sol, el cual, si bien difuso, llega abajo con fuerza suficiente para que medren hierbas bajo la copa y para que se oree el agua de lluvia sin anegarse en barro. Además, como el follaje es persistente, siempre bajo un Espinillo hay una como alfombra de tierno pasto verde, que invita a sentarse y descansar. Ciertamente, en el verano, cuando abrasa el sol, nada como pasar las horas de la siesta a su sombra fresca, arrullado por su voz de hojas y ramas mansamente meneadas por el viento.
El Tronco
El tronco del Espinillo es escueto, de color pardo oscuro, con la corteza superficialmente fisurada. A medida que envejece, la corteza se vuelve más áspera, gruesa y rugosa. A decir verdad, el tronco más parece una rama, dado su grosor. Da una madera dura y clara, de poco provecho para construcciones, no obstante muy utilizada para postes de corrales rústicos y como leña. Produce tanino y una resina semejante a la goma arábiga.
El Follaje
Es achaparrado, laxo y persistente. Visto de lejos, se dijera desnudo de hojas, por lo que deja ver su ramaje, abundante y caprichoso. Pese a sus largas espinas, blancas como huesos secos, es visitado por muchos pajarillos serranos que sueltan sus dulces trinos cristalinos.
El fruto
Es una vaina deprimida y estrangulada entre las semillas, de cinco a ocho centímetros de longitud, y semileñosa en su madurez. La cocción de los frutos provee un tinte gris oscuro que se emplea como tinta, añadiendo sulfato de fierro.
La Flor
Pequeñas y hermafroditas, se disponen en las axilas foliares, como las espinas. Florece en Primavera. Con las flores se preparan perfumes.
Cuando uno evoca las sierras de Córdoba -¡Las sierras de Córdoba!- resulta imposible que no se venga a la memoria el Espinillo. Es como si encerrara dentro de sí, comprimida, la inefable esencia de los parajes aquellos.
Yo sé que en algún cerro abrasado de sol, en algún risco vertiginoso, en algún rincón escondido y olvidado de las Sierras, un Espinillo, mustio y polvoriento, se está meciendo con el viento.
¡Cuán digno de respeto y cariño este triste arbolillo serrano!