Barba de Tigre
El que es pura espina
Colletia spinosissima
Ramnáceas
Lo que me maravilla de los árboles de Córdoba es que cada uno tiene un atributo raro y extremo que lo diferencia y hace único. Este arbustito no es la excepción, y se destaca por una rareza muy singular que tiene, y es que es pura espina. Quiero decir que lo más del año no tiene hojas, y cada ramita en realidad no es sino una espina, que luego se bifurca en otras menores. Aun su mismo nombre científico (Colletia spinosissima) hace alusión a su condición de espinoso. De aquí recibe su nombre vulgar, Barba de Tigre, pues sus ramitas espinosas son recias y agudas como los bigotes de un tigre. Hay otro árbol nativo a quien también se lo conoce con el mismo nombre vulgar, y es el Itín (Prosopis Barba tigridis), pero no debemos confundirlos, porque se trata de dos especies completamente diferentes. Nuestro Barba de Tigre también es conocido por otros nombres vulgares. Otros lo llaman Tola, Tola-Tola, Brusca, Brusquilla, Quina, Quina del Campo, pero yo prefiero llamarlo Barba de Tigre, y así lo nombro de aquí en adelante.
Este arbustito abunda en todas las sierras de Córdoba, donde resiste las sequías y las heladas como ningún otro. Sin embargo, sus mismas espinas son causa de que sea combatido y odiado, por lo que hoy sólo se lo encuentra en lugares apartados, donde la actividad humana es pobre.
El Tronco
Rara vez alcanza los dos metros de altura, y lo más ordinario es que se presente como un arbusto rastrero (no lo digo en el sentido moral, sino literal) a poca distancia del suelo. El tronco principal es apenas rugoso y gris, y las ramas son de color verde oscuro, que a su vez llevan otras menores terminadas con una aguda espina por punta, cuya pinchadura duele intensamente y penetra la carne como aguja.
El Follaje
El follaje del Barba de Tigre es una sola espina. De todos los árboles autóctonos de Córdoba, lo tengo por uno de los más recios y bravos. Su estrategia defensiva se fía de su abundancia de espinas, de modo que no hay quien ose agredirlo. Además, las espinas suplen la función de las hojas, pues tienen clorofila, pero sin evaporar agua, de modo que resiste muy bien las sequías y las heladas.
Con su follaje se prepara una loción que según se dice previene la calvicie.
La Hoja
Como dijimos arriba, rara vez tiene hojas. De hecho, hasta ahora nunca he podido verlas, pese a haber andado tanto por las sierras. Precozmente caducas, las hojas, diminutas, son simples, opuestas, dentadas, con forma de paleta, borde finamente dentado, y medio cm. de largo.
La Flor
Yo lo he visto florido en Agosto, pero alcanza su máximo esplendor en Primavera. Las flores, desprovistas de corola, son hermafroditas, rojo oscuras, apenas pedunculadas y se disponen densamente a lo largo de las ramas más altas.
El Fruto
El fruto es una pequeña drupa, que contiene tres compartimentos, dentro de cada uno de los cuales se aloja una semilla negra y dura, de tamaño poco mayor a un grano de arena, que es en extremo difícil de germinar. Tras muchos intentos fallidos, yo pude finalmente germinarla, y tengo tres plantines prosperando. El crecimiento es increíblemente lento, y el cotiledón es sumamente vulnerable a cualquier agresión. Germán Roitman, un biólogo, me dijo que para facilitar la germinación era conveniente añadir tierra extraída de la base de la planta madre, ya que ahí se encuentra Frankia, una variedad de bacterias filamentosas fijadoras de nitrógeno que se asocian a las raíces, especialmente de las Rhamnaceae.
Usos
El Barba de Tigre proporciona buena madera, usada principalmente como combustible. Antiguamente, con la cáscara de las raíces, que producen espuma en el agua, se solían limpiar telas y lana, que quedaban como nuevo.
La dificultad de su semilla para germinar, la delicadeza extrema de sus cotiledones, la tala a la que es sometido por sus espinas, la lentitud de su crecimiento, los incendios, el desarrollo inmobiliario, entre tantas otras amenazas, hacen que el futuro de este raro arbustito de nuestras sierras sea poco promisorio. Casi ha quedado recluido a los parajes más yermos y recónditos, debiendo exiliarse en las quebradas escabrosas y barrancas escarpadas, donde la hacienda no puede pastar y el hombre no puede medrar.
Alguna vez lo encuentro a la vera del camino, todo cabizbajo, mustio y polvoriento, y a propósito me hinco un dedo con su espina.
Es nuestra manera de saludarnos. Es como si me hablara y me dijera: "Aquí estoy. No me olvides..."